'Gajos de naranjas' de Jacqueline Cruz se convierte en éxito editorial

Es difícil encontrar obras que expresen con naturalidad lo que representa ser mujer en este momento histórico, el heroísmo de la independencia y, además, reírte y pasarla bien leyendo, sin caer en la frivolidad de los roles representados por una identidad artificial tipo Sex and the City, una historia tan interesante como Gajos de naranjas de Jacqueline Cruz.

Gajos de naranjas cuenta la historia de Sara, una profesora universitaria de 41 años que evita las relaciones de pareja convencionales, limitándose a entablar relaciones sexuales, a menudo a través de una página de contactos por Internet y en ese sentido es una historia profundamente contemporánea. Pero más allá de la trama, ¿qué tiene realmente Gajos de naranjas para ser una novela tan interesante y a la vez compleja? En palabras de la propia Jacqueline Cruz, «… es una historia de encuentros y desencuentros, contada de manera amena e incluso a ratos con cierta «frivolidad», pero también […] con reflexiones profundas sobre temas universales como el amor […], la búsqueda de la felicidad y la culpa».

En definitiva, Gajos de naranjas narra el viaje de Sara desde la comodidad de su vida sin compromisos, evitando las relaciones de pareja convencionales ?convencida de que no existen las medias naranjas, sino solo gajos, de que el amor es poco más que literatura y de que, antes o después del deseo, la mayoría de los hombres están a la caza de una mujer que «los cuide, los mime y les lave la ropa»? hasta el encuentro con Raúl, una persona que la obliga a cuestionarse todos sus sacrosantos principios.

Hay, en ese sentido, una visión profundamente realista, una lanza rota en torno a la libertad y la autonomía y una invitación a que dejemos de buscar medias naranjas acaso porque todos somos, ya, naranjas enteras. Por todo esto, Gajos de naranjas es una obra interesante, por momentos amena y por momentos profunda, sinceramente erótica y, volviendo a aquellas palabras que Lisa Tuttle pronunciara en los años ochenta, que interpreta el simbolismo de la escritura de las mujeres para que no se pierda o se ignore, por los hombres, su punto de vista.

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