Jack el Destripador está de vuelta

Carmelo Anaya se ha convertido en uno de los principales exponentes de la novela negra y del thriller en España. Con casi una docena de obras a la espalda –se dice pronto–, su tremenda habilidad para crear atmósferas y mantener al lector en vilo página tras página es indiscutible. Esta vez presenta The Ripper, una brutal e intrigante historia de corte policíaco bien madurada.

Como ya hiciera en tres de sus libros anteriores –La tierra amarilla, Baria City Blues y El guardián de mi hermano–, el autor concede el papel protagonista al comisario Carrillo, cuyas habilidades serán puestas a prueba una vez más con un nuevo y difícil caso de homicidio. En esta ocasión, su antagonista es un asesino en serie que se dedica a destripar prostitutas. Las fechas en las que suceden los crímenes y el modus operandi despiertan las alarmas y el terror en el comisario. ¿Podría tratarse de un imitador de Jack el Destripador? Carrillo comienza su propio descenso al averno, a ese lugar de locos donde la sociedad expone sin pudor su podredumbre y todos los implicados parecen tener algo que ocultar.

The Ripper se basa en elementos tradicionales del género y los lleva más allá para explotar todas sus posibilidades en pro del factor sorpresivo. Aunque la narración queda unida al protagonista, también se reciben retales del asesino como en las obras de John Verdon, donde se deja ver la locura y maldad del antagonista. Estas partes hacen más interesante y entretenida la lectura gracias a su contenido psicológico y a que hacen coger las piezas e intentarlas encajar en el resto de la historia. Son pensamientos reveladores que aportan datos sobre por qué el asesino actúa y mata de tal o cual manera. El enigma del libro se convierte en el enigma del público también.

Es cierto que lo fundamental en un thriller es el suspense, pero hay que exigirle mucho más: una atmósfera, la invención de un mundo o el reflejo de otro, unos personajes que estén insuflados de humanidad y no sean meros arquetipos… Es decir, que sea literatura y alcance un cierto grado de calidad.

La información recibida pone al lector en una situación de saber más que el protagonista. Avanza al lado del comisario Carrillo, pero va un paso por delante de él, produciéndose una magnífica situación de suspense en la que el lector pide al policía que le dé la mano, como si quisiera sacarle del libro y enseñarle las pistas. Es como ver una película y gritar a la pantalla: «¡Ese! ¡Ese es el asesino! ¡Pero cógele!». Agatha Christie ya lo decía: «la mejor receta para la novela policiaca: el detective no debe saber nunca más que el lector».

Y en este rompecabezas no puede faltar otro elemento clave: la localización, Baria, esa habitual ciudad ficticia del sur de España a la que Carmelo Anaya ha dado vida. Allí conviven multitud de culturas y etnias que provocan una tensión permanente. Son tierras amarillas, bañadas por el sol y enjauladas en el asfixiante calor húmedo. Tan asfixiante como el tiempo que corre en contra para salvar a las chicas, como la impotencia de no alcanzar al verdadero asesino. Tierras desiertas y áridas como los caminos vacíos y falsos de las sospechas que no llevan a ninguna parte; un páramo que se abre ante los ojos del protagonista donde no hay pistas, no hay rastros y no se encuentra más que la soledad de uno mismo. Baria es el lugar donde policía y asesino se complementan. Aunque cada uno esté en un lado opuesto, ambos son personajes solitarios que se necesitan y retroalimentan para ponerse en marcha.

Imagino que todo escritor busca su sitio como busca su estilo. Sentía que necesitaba llegar a conocer totalmente la ciudad donde ubicar mis historias, de modo que inventé una ciudad que era maleable para mí. Una ciudad pequeña, pero suficiente para contener el microcosmos que quería contar. Inventar un mundo propio creo que es la aventura más apasionante que puede acometer un escritor.

Asimismo, las partes en las que se habla de otros asesinos en serie son un elemento importantísimo que contribuye a la extraordinaria construcción de esta historia. Cada conversación entre los policías hace más y más apasionante el relato, llenando al público de fascinación. Cuando alguien lleva un informe, parece como si lo entregase al lector. Este ve las carpetas marrones con los informes, huele el humo de un cigarrillo, gira la silla al escuchar el “toc toc” de la puerta para dejarse sorprender por la siguiente aventura, interroga en la pecera a los sospechosos dejando que la voz del comisario sea su propia voz. Muy lejos queda ya esa trillada visión de hombre uniformado para traer hipnotizantes reminiscencias de la novela noir de los primeros años.

Sobre todo, lo que más me importa es la profundidad con que la novela negra, heredera de la novela social del siglo XIX, penetra en lo más hondo de la convulsión de toda sociedad y de la naturaleza humana.

Bien como película, como libro, como cómic… El género policíaco siempre es apasionante. Tal vez sea así por lo verosímil que resultan sus relatos. Porque los fantasmas y demás historias de terror dan miedo, por supuesto, pero se basan en leyendas que cada cual decide creerse o no. Ahora bien, los asesinatos y los hechos violentos suceden en la vida real. Y no hay nada más terrorífico que la mera posibilidad de que algo ocurra. Aún más: que solo el tiempo o algún tipo de azar, no la justicia, pueda ponerles fin. El coco no está únicamente en los cuentos. Esas ideas son las que hielan la sangre.

Como criminólogo, el autor conoce la crueldad a la que el ser humano está expuesto. Y de esa verosimilitud precisamente se vale al construir la historia sobre una consistente base formada por asesinos en serie conocidos y por los personajes de este libro, cada uno con su propia personalidad, ninguno superficial. Carmelo Anaya pone las neuronas del público a bailar al son de su pluma por este thiller psicológico de figura tradicional, pero de fondo renovado, sorprendente, deslumbrante. Sobre sus futuros proyectos, el autor comenta:

Tengo costumbre de escribir una novela negra y alternarla con otra de género distinto. Así lo hice cuando escribí Trilogía Secreta y así lo estoy haciendo ahora, embarcado en un proyecto completamente diferente, pero de la más rabiosa actualidad, como siempre.

Biografía
Carmelo Anaya es Licenciado en Criminología y ejerce como abogado en la actualidad. En su faceta de escritor, ha publicado numerosos cuentos y relatos breves en diversas colecciones, así como la serie de novelas denominada Trilogía de Baria, basada en una ciudad ficticia del levante almeriense. Fue accésit del Premio J&B en 1996 con la novela El corazón oscuro. Además, Carmelo Anaya resultó ganador de la segunda edición del premio Wilkie Collins de Novela Negra, concedido por M.A.R. Editor a su obra Ordo Dei (Perdedores anónimos) del 2012.

Se ha revelado un verdadero maestro del género negro, con influencias bien asimiladas de sus admirados Dashiell Hammett y Jim Thompson. Otros libros son Tiempo cero (2006), Memento Mori (2012), Frío invierno en Baria (2007), Tierra amarilla (2013), Una parte de mí (2008), El guardián de mi hermano (2008) y Gloria Mundi. Su nueva novela, The Ripper, es la más extensa y cuidada de sus obras. Protagonizada por el comisario Carrillo –personaje habitual en sus historias– y con un final sorprendente, ratifica a Carmelo Anaya como un exponente del género de novela negra, thriller y policíaco en nuestro país.

Otros datos:

Página web del autor: http://carmeloanaya.com/

Todas sus obras pueden adquirirse a través de Amazon.

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