El gran experimento de productividad: largas jornadas frente a horarios flexibles

«¿Pasamos demasiado tiempo en el trabajo? ¿Jornadas más largas son sinónimo de mayor productividad? ¿Se puede ser productivo trabajando 35 horas a la semana?» Estas preguntas han generado respuestas muy dispares que llevan años generando debate. De hecho, ya en 2013 la revista The Economist publicó una investigación realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), donde aseguraba que cuanto más se trabajaba, más disminuía la productividad. Sin embargo, cinco años después de este estudio España sigue entre los países europeos en los que más tiempo se trabaja, con una media de 1.691 horas al año, por encima de Alemania, Holanda, Noruega, Dinamarca, Francia o Reino Unido.

En nuestro país, la jornada laboral general se sitúa en 8 horas diarias, a las que hay que sumar los tiempos de comida, que en algunas empresas alcanza las 2 horas, y los desplazamientos. Esto implica que los trabajadores pasen entre 10 y 12 horas fuera de casa, dificultando la conciliación de la vida familiar. Estos datos ponen en evidencia la necesidad de mejorar la flexibilidad laboral en España. Según un estudio presentado este mes por el Instituto de Política Familiar, 9 de cada 10 empresas españolas deciden totalmente el horario de sus trabajadores. A esto hay que sumar que el 65% de los trabajadores españoles afirma trabajar fuera del horario laboral, cifra que asciende hasta el 90% en el caso de los directivos, según un informe elaborado por Edenred y la consultoría Ipsos.

Desde el punto de vista de la prevención en riesgos laborales, Carlos Martínez, presidente de IMF Business School y experto en PRL, advierte de que “la falta de flexibilidad laboral aumenta el agotamiento físico y mental que sufren los trabajadores por la falta de descanso, entre una jornada y otra. Provocando problemas de salud a medio plazo, como insomnio, ansiedad o problemas musculares”.

Toda esta situación, ha provocado que muchas voces se levanten a favor de la puesta en marcha de una jornada de 35 horas, medida que ya han implantado otros países europeos con resultados positivos que ponen en valor que la relación entre horas de trabajo y productividad parece ser inversa. IMF Business School ha analizado varios ejemplos prácticos reales de diferentes países que avalan esta afirmación:

Francia, es un ejemplo cercano de jornada laboral reducida. Hace dos décadas, el país vecino instauró la jornada de 35 horas semanales como obligatoria para empresas, tanto públicas como privadas. Aunque años después, el expresidente francés Nicolás Sarkozy intentó modificar la regulación bajo el lema: “trabajar más para ganar más”. Lo cierto es que en el país vecino trabajan cerca de 200 horas menos, según la OCDE.

Otro ejemplo, es el caso de Suecia. Muchas empresas suecas utilizan horarios de trabajo más flexibles y políticas de baja maternal y paternal referentes en Europa. En el centro de producción de Toyota, en Gothenburg, los trabajadores llevan más de una década realizando jornadas de 6 horas diarias. Tiempo en el que, según afirma el director general de la delegación sueca, los beneficios han aumentado un 25% y el volumen de producción iguala a otras empresas con jornadas más largas.

Y, otro referente europeo en esta materia es Alemania. El país germano ha reducido su jornada laboral en 4 horas durante el gobierno de Merkel. Además, aseguran que este cambio ha tenido repercusión en la productividad de sus empresas.

Por último, en nuestro país, aunque queda mucho por hacer en este campo, ya existen iniciativas empresariales a favor de la flexibilidad laboral. Un ejemplo de ello es el caso de Iberdrola. La empresa puso en marca en 2008 su jornada intensiva de la que se benefician 9.000 trabajadores cada día. Años después, Ramón Castresana, director de recursos humanos de la compañía que estuvo al frente de ese cambio, aseguró que la iniciativa ha mejorado la productividad y reducido en un 20% el absentismo y un 15% los accidentes laborales.

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