La influencia del cine y los cinefórums

Si echamos la vista atrás, nos damos cuenta de que el cine es una de las manifestaciones artísticas más jóvenes que existen. El arte pictórico, la arquitectura, la música, la literatura… Todas esas artes se remontan a siglos pasados, algunas incluso a épocas prehistóricas. ¿Qué es el cine, entonces? ¿Es menos arte solo porque no encontramos rastros de ella en los inicios de la humanidad y en sus necesidades ontológicas? En absoluto. Porque el cine es, al fin y al cabo, un producto de una de las principales aspiraciones del ser humano: crear historias y verse reflejado en ellas.

En realidad, si el cine ha tardado tantísimo tiempo en aparecer ha sido solo porque no se disponía de medios técnicos para su realización. La aparición del cinematógrafo no aconteció hasta la segunda mitad del siglo XIX, y previamente ya había empezado a experimentar con el registro de la realidad material gracias a la aparición de la fotografía. Después, Alice Guy, la madre del cine, empezó a utilizar esta nueva y fabulosa técnica para crear historias. Así se creó el cine mudo y, poco después, a comienzos de los años treinta, el cine sonoro, que ha derivado a lo que conocemos como cine a día de hoy. Su trayectoria, en efecto, es corta, pero ya no concebimos la vida sin cine.

De hecho, el cine ha influido de manera evidente en todas las otras artes, incluso en aquellas que son mucho más viejas. El lenguaje narrativo de la literatura ha dado un giro radical. El estilo de narración contemporáneo es breve, escueto, minimalista y extremadamente visual. Las generaciones del cine, mucho más habituadas a ver películas y series que a leer, aplican a los textos que escriben, a sus novelas y sus historias, el estilo cuentacuentos mediante fotogramas e instantes legado por el celuloide. En definitiva, puede que la historia del cine apenas alcance un siglo de vida y poco más, pero se ha adueñado tanto de nuestra manera de concebir la realidad y de crear que parece que haya existido durante mucho más tiempo.

Por esa razón existen los cinefórum y los clubs de cine. Sea cual sea el evento que queremos celebrar, tal vez un salón del cómic, una exposición activista o unas jornadas de psicología, lo cierto es que en todos esos acontecimientos hay siempre proyecciones. Porque las proyecciones nunca fallan. Es posible que tomemos la decisión de proyectar películas de una temática determinada; por ejemplo, cine de una época concreta, cine hecho por directoras, o documentales sobre ciencia astrofísica. En cualquier caso, el formato cine, las proyecciones narradas y con música de fondo, sujetas a un montaje, nos apasionan independientemente de cuáles sean nuestros gustos.

Por esa razón, no suele ser un problema invertir grandes cantidades de dinero en este tipo de proyecciones o cinefórums. Incluso aunque nos veamos obligados a solicitar minicréditos, sabemos que mucha gente acudirá, que muchas personas están interesadas. Porque en los tiempos que corren, el cine, al ser un arte tan inmediato, está en completa consonancia con nuestro acelerado ritmo de vida. Pocas veces podemos sacar tiempo y concentración activa para leer, pero siempre tenemo tiempo para sentarnos a disfrutar pasivamente de un contenido audiovisual, aunque solo sea un capítulo de nuestra serie favorita.

El caso de los cinefórums va mucho más allá, puesto que son eventos que aportan mucho a nivel cultural. Podemos aprender mucho si acudimos a uno. Por lo general, están dividido en tres tipos de actos: la introducción y presentación del visionado, la proyección del contenido, y un debate dialéctico, es decir, un intercambio de opiniones. Hemos mencionado que es posible financiarlos con ayuda externa, por ejemplo la ayuda del comparador de créditos WannaCash.es. Pero la cantidad total a invertir no será muy elevada: solo necesitamos un local, un proyector, y butacas o asientos.

En resumen, celebrar un cinefórum no solo es muy sencillo, sino que, gracias a la amplia aceptación del cine como arte, podemos celebrarlo aprovechando cualquier excusa. Tal vez una fecha concreta que queramos celebrar, algo que nos apetezca reivindicar, un autor que nos apasione y del que queramos hablar. Lo importante en cualquier caso es saber publicitarlo y, además de eso, hacerlo sin miedo.

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